Yo no quiero ser un tirano (Regeneración, cuarta época 1918)
Artículo de Ricardo Flores Magón
Yo no peleo por puestos públicos. He recibido insinuaciones de muchos maderistas de buena fe, pues que los hay y bastantes, para que acepte algún cargo en el llamado gobierno “provisional”, y el cargo que se me dice acepte es el de vicepresidente de la República. Ante todo debo decir, que me repugnan los Gobiernos. Estoy firmemente convencido de que no hay, ni podrá haber, un gobierno bueno. Todos son malos, llámense monarquías absolutas o repúblicas constitucionales. El gobierno es tiranía porque coarta la libre iniciativa de los individuos y solo sirve para sostener un estado social impropio para el desarrollo integral del ser humano. Los gobiernos son los guardianes de los intereses de las clases ricas y educadas, y los verdugos de los santos derechos del proletariado. No quiero, pues, ser un tirano. Soy un revolucionario y lo seré hasta que exhale el último aliento. Quiero estar siempre a lado de mis hermanos los pobres para luchar por ellos, y no a lado de los ricos ni de los políticos, que son opresores de los pobres. En las filas del pueblo trabajador soy más útil a la humanidad que sentado en un trono, rodeado de lacayos y de politicastros. Si el pueblo tuviera algún día el pésimo gusto para aclamarme para ser su gobernante, le diría: “yo no nací para verdugo. Busca otro”.
Lucho por la libertad económica de los trabajadores. Mi ideal es que el hombre llegue a poseer todo lo necesario para vivir sin tener que depender de ningún amo, y creo, como todos los liberales de buena fe lo creen, que ha llegado el momento de que los hombres de buena voluntad debemos de dar un paso hacía la verdadera libertad, arrebatando la tierra de las garras de los ricos, inclusive Madero, para entregarla al legítimo dueño de ellas: el pueblo trabajador. Conseguido de esto, el pueblo será libre. Pero no lo será si eleva a Madero, a la Presidencia de la República, porque ni Madero, ni ningún gobernante, se atreverán a dar un paso de esa naturaleza, y si lo hicieran, los ricos se levantarían en armas y una nueva revolución seguiría a la presente. En esta revolución, en la que estamos contemplando y la que tratamos de fomentar, debemos quitar la tierra a los ricos.
Yo no peleo por puestos públicos. He recibido insinuaciones de muchos maderistas de buena fe, pues que los hay y bastantes, para que acepte algún cargo en el llamado gobierno “provisional”, y el cargo que se me dice acepte es el de vicepresidente de la República. Ante todo debo decir, que me repugnan los Gobiernos. Estoy firmemente convencido de que no hay, ni podrá haber, un gobierno bueno. Todos son malos, llámense monarquías absolutas o repúblicas constitucionales. El gobierno es tiranía porque coarta la libre iniciativa de los individuos y solo sirve para sostener un estado social impropio para el desarrollo integral del ser humano. Los gobiernos son los guardianes de los intereses de las clases ricas y educadas, y los verdugos de los santos derechos del proletariado. No quiero, pues, ser un tirano. Soy un revolucionario y lo seré hasta que exhale el último aliento. Quiero estar siempre a lado de mis hermanos los pobres para luchar por ellos, y no a lado de los ricos ni de los políticos, que son opresores de los pobres. En las filas del pueblo trabajador soy más útil a la humanidad que sentado en un trono, rodeado de lacayos y de politicastros. Si el pueblo tuviera algún día el pésimo gusto para aclamarme para ser su gobernante, le diría: “yo no nací para verdugo. Busca otro”.
Lucho por la libertad económica de los trabajadores. Mi ideal es que el hombre llegue a poseer todo lo necesario para vivir sin tener que depender de ningún amo, y creo, como todos los liberales de buena fe lo creen, que ha llegado el momento de que los hombres de buena voluntad debemos de dar un paso hacía la verdadera libertad, arrebatando la tierra de las garras de los ricos, inclusive Madero, para entregarla al legítimo dueño de ellas: el pueblo trabajador. Conseguido de esto, el pueblo será libre. Pero no lo será si eleva a Madero, a la Presidencia de la República, porque ni Madero, ni ningún gobernante, se atreverán a dar un paso de esa naturaleza, y si lo hicieran, los ricos se levantarían en armas y una nueva revolución seguiría a la presente. En esta revolución, en la que estamos contemplando y la que tratamos de fomentar, debemos quitar la tierra a los ricos.
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