Durmiendo en el atrio
Unos por gusto, otros por manda, pero todos con la fe, en estas fechas el templo de los Tres Reyes recibe a decenas de peregrinos en una tradición que se transmite por generaciones
Son decenas, aunque antes “no cabíamos aquí”, afirma la que tal vez es una de las mujeres que ha dormido más veces en el atrio del templo de los Tres Reyes de Cajititlán. Sentada en un pequeño banco, con algunos suéteres y rebozo, mirando hacía la cruz, Micaela Celso madre y abuela de 58 años de edad, afirma que desde hace 30, le a tocado amanecer los primeros días de cada añoen el atrio de los Santos Reyes.
Micaela tiene un problema en sus piernas, debido a su diabetes que padece desde hace 4 años, es ello lo que ahora le impulsa a venir cada 6 de enero a las principales fiestas patronales del municipio. “Yo les he pedido con tanta fe que me quite la dolencia de mis pies, y gracias a ellos se me ha quitado un poco”, asegura.
Este señora nacida en la comunidad de Amatitlán, en el estado de Guerrero, avecindada desde hace 38 años en la colonia Lomas del Cuatro en Tlaquepaque, Jalisco, es una de las tantas que año con año vienen y acampan con lonas, catres y un par de cobijas, en los alrededores del atrio del templo de los Tres Reyes de Cajititlán. Micaela, menciona que conoció a los patronos de Cajititlán, debido a que “mis suegros cada año venían y ellos me trajeron una vez, me gusto mucho y es por ello que cada año venimos”. Antes el trayecto lo hacía en bicicleta, junto con su hijo el mayor y su esposo, ahora debido a su edad y su enfermedad, su hijo la lleva en carro para instalarse durante una semana dentro del atrio.
Así como Micaela afirma que en este año “hay menos gente que en otros”, de la misma manera coincide Julián Pineda Rodríguez, asegurando que “casi no viene gente, antes se llenaba todo esto, como que ya no les agrada muy bien”, quien tienen más de 8 años durmiendo en el atrio del templo de los Tres Reyes durante el novenario de los patronos del pueblo ribereño. La familia Pineda Valadez, al igual que la vecina de Tlaquepaque, llegaron desde el pasado lunes, sólo que ellos lo hicieron como tradicionalmente se conoce, a pie, desde la colonia Esperanza de Santa Cruz del Valle delegación de Tlajomulco de Zúñiga.
“Siempre acampamos en el atrio cuando no es en un costado de la puerta principal del templo, nos quedamos un ladito en el arbolito”, describe don Julián, quien trabaja como velador en uno de los tantos fraccionamientos nuevos que se ubican en la zona del valle de Tlajomulco, mientras descansa con su familia a un castado dela torre. Don Julián y doña Teresa, acompañados de sus cuatro hijos, hacen tres horas de camino. A veces parte en la mañana, otras ocasiones lo han hecho en la tarde y una vez lo hicieron por la noche, fue ese día, tal como lo narra doña Teresa cuando “escuchamos que los magos murmuraban por un camino” y lo salvaron de caer en un pozo profundo. “Una vez nos íbamos ir a un pozo, ellos nos mostraron el camino, es que no sabíamos el camino cuando nos cambiamos de La Calera a Santa Cruz, pero ellos nos dirigieron antes de caer a lo que después vimos era un pozo muy grande”. Agregando don Julián, que “no nos caímos porque oímos a personas por otro camino, salimos a esa brecha y no vimos a nadie, pero ese camino fue el que nos trajo hasta acá, con ellos”.
Una vez estando en Cajititlán, para la familia Pineda Valadez, los días transcurren muy rápido, el frío no importa mucho, “aunque siempre si pega un poco”, comen lo que pueden con el poco dinero que junta don Julián, “algo, chicharrones o queso”. Así como ellos dicen, ya son cada vez "más pocos", los que vienen a pie y se instalan el resto del novenario en el atrio. Don Julián, este año, como dice lo ha hecho desde que vino para acá “le ha pedido a los reyes salud y que no le falte la chamba, porque la cosa esta difícil”, reafirma.
Aunque los cascabeles y los tambores no paran dentro de las calles y en el atrio del templo de los Tres Reyes, decenas de personas que instalan sus casas de acampar, y muchas otras como es el caso de esta familia, que solo con cobijas y catres duermen en el piso de este templo. Las historias que se pueden encontrar de los peregrinos son muchas, como el caso de Arturo Virramontes, de 32 años de edad quien viene desde Encarnación de Díaz (Jalisco) y padece alguna capacidad especial, él pide dinero en la entrada del templo para poder sobrevivir esos días en Cajititlán, dice haber enterrado a su mama en la pasada Nochebuena, pero pide a los Santos Reyes que “me ayuden”.
Arturo, Micaela, la familia Pineda Valadez, así como decenas de familias más, la noche fría del 5 de enero disfrutaron de la pastorela que viene de San Miguel de la Paz, municipio de Jamay, la cual tiene más de 60 años presentándose todas las noches prevías al 6 de enero en el atrio de este templo. Integrada por 27 personas, en esta ocasión ya con la oscuridad de las noches de invierno presentaron entre la decena de peregrinos que acampan en ese lugar, los “7 vicios”.
“Es una tradición, cada año venimos aquí, antes los hacían nuestros padres, ahora lo hacemos nosotros, mañana lo harán nuestros hijos”, dijo Galindo Velasco el mayor de los pastores, mientras se acomodaba su vestuario y Arturo le pedía un par de monedas para cenar algo. Era la noche de Reyes en Cajititlán.
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Micaela tiene un problema en sus piernas, debido a su diabetes que padece desde hace 4 años, es ello lo que ahora le impulsa a venir cada 6 de enero a las principales fiestas patronales del municipio. “Yo les he pedido con tanta fe que me quite la dolencia de mis pies, y gracias a ellos se me ha quitado un poco”, asegura.
Este señora nacida en la comunidad de Amatitlán, en el estado de Guerrero, avecindada desde hace 38 años en la colonia Lomas del Cuatro en Tlaquepaque, Jalisco, es una de las tantas que año con año vienen y acampan con lonas, catres y un par de cobijas, en los alrededores del atrio del templo de los Tres Reyes de Cajititlán. Micaela, menciona que conoció a los patronos de Cajititlán, debido a que “mis suegros cada año venían y ellos me trajeron una vez, me gusto mucho y es por ello que cada año venimos”. Antes el trayecto lo hacía en bicicleta, junto con su hijo el mayor y su esposo, ahora debido a su edad y su enfermedad, su hijo la lleva en carro para instalarse durante una semana dentro del atrio.
Así como Micaela afirma que en este año “hay menos gente que en otros”, de la misma manera coincide Julián Pineda Rodríguez, asegurando que “casi no viene gente, antes se llenaba todo esto, como que ya no les agrada muy bien”, quien tienen más de 8 años durmiendo en el atrio del templo de los Tres Reyes durante el novenario de los patronos del pueblo ribereño. La familia Pineda Valadez, al igual que la vecina de Tlaquepaque, llegaron desde el pasado lunes, sólo que ellos lo hicieron como tradicionalmente se conoce, a pie, desde la colonia Esperanza de Santa Cruz del Valle delegación de Tlajomulco de Zúñiga.
“Siempre acampamos en el atrio cuando no es en un costado de la puerta principal del templo, nos quedamos un ladito en el arbolito”, describe don Julián, quien trabaja como velador en uno de los tantos fraccionamientos nuevos que se ubican en la zona del valle de Tlajomulco, mientras descansa con su familia a un castado dela torre. Don Julián y doña Teresa, acompañados de sus cuatro hijos, hacen tres horas de camino. A veces parte en la mañana, otras ocasiones lo han hecho en la tarde y una vez lo hicieron por la noche, fue ese día, tal como lo narra doña Teresa cuando “escuchamos que los magos murmuraban por un camino” y lo salvaron de caer en un pozo profundo. “Una vez nos íbamos ir a un pozo, ellos nos mostraron el camino, es que no sabíamos el camino cuando nos cambiamos de La Calera a Santa Cruz, pero ellos nos dirigieron antes de caer a lo que después vimos era un pozo muy grande”. Agregando don Julián, que “no nos caímos porque oímos a personas por otro camino, salimos a esa brecha y no vimos a nadie, pero ese camino fue el que nos trajo hasta acá, con ellos”.
Una vez estando en Cajititlán, para la familia Pineda Valadez, los días transcurren muy rápido, el frío no importa mucho, “aunque siempre si pega un poco”, comen lo que pueden con el poco dinero que junta don Julián, “algo, chicharrones o queso”. Así como ellos dicen, ya son cada vez "más pocos", los que vienen a pie y se instalan el resto del novenario en el atrio. Don Julián, este año, como dice lo ha hecho desde que vino para acá “le ha pedido a los reyes salud y que no le falte la chamba, porque la cosa esta difícil”, reafirma.
Aunque los cascabeles y los tambores no paran dentro de las calles y en el atrio del templo de los Tres Reyes, decenas de personas que instalan sus casas de acampar, y muchas otras como es el caso de esta familia, que solo con cobijas y catres duermen en el piso de este templo. Las historias que se pueden encontrar de los peregrinos son muchas, como el caso de Arturo Virramontes, de 32 años de edad quien viene desde Encarnación de Díaz (Jalisco) y padece alguna capacidad especial, él pide dinero en la entrada del templo para poder sobrevivir esos días en Cajititlán, dice haber enterrado a su mama en la pasada Nochebuena, pero pide a los Santos Reyes que “me ayuden”.
Arturo, Micaela, la familia Pineda Valadez, así como decenas de familias más, la noche fría del 5 de enero disfrutaron de la pastorela que viene de San Miguel de la Paz, municipio de Jamay, la cual tiene más de 60 años presentándose todas las noches prevías al 6 de enero en el atrio de este templo. Integrada por 27 personas, en esta ocasión ya con la oscuridad de las noches de invierno presentaron entre la decena de peregrinos que acampan en ese lugar, los “7 vicios”.
“Es una tradición, cada año venimos aquí, antes los hacían nuestros padres, ahora lo hacemos nosotros, mañana lo harán nuestros hijos”, dijo Galindo Velasco el mayor de los pastores, mientras se acomodaba su vestuario y Arturo le pedía un par de monedas para cenar algo. Era la noche de Reyes en Cajititlán.